Libertad e Igualdad en la obra de Vaz Ferreira
jon.arriola@hotmail.com
1.
Introducción
En este trabajo nos proponemos centrar en la noción de
la libertad en la obra del filósofo uruguayo Vaz Ferreira. Como es sabido, el
autor pregona una concepción según la cual el filósofo debe acercarse a la
realidad pensando por ideas a tener
en cuenta, lo que implica evitar los sistemas de ideas o los ismos
encorsetantes, que, según el autor, tienen el efecto nocivo de empobrecer la rica
realidad. En efecto, hay en Vaz Ferreira una explícita voluntad por remitirse a
la realidad misma y lidiar directamente, sin intermediaciones teóricas o
abstracciones distantes, con las tensiones que la habitan y constituyen. Dada
esa peculiar concepción del autor uruguayo, abordar la libertad en su
pensamiento conlleva abordar también todas aquellas cuestiones que lindan con
ella, ya que, dirá el autor, es precisamente de esa forma entrelazada e
imbricada como el problema de la libertad se presenta en la realidad misma, la
que es el norte de su filosofía social. Al autor, más que la discusión in abstracto, lo que le ocupa es, así, y
ante todo, la realidad concreta, con las limitaciones que ésta impone. De hecho,
y es por eso que, como veremos en la segunda parte del texto, Vaz Ferreira no
piensa la libertad sino en relación, por un lado, con el individualismo, considerado
aliado natural de la misma, y, por otro, con la igualdad, con la que establece
una inevitable pero, al final, fructífera tensión.
a) Algunas precisiones
Antes de adentrarnos en la
concepción de la libertad en Vaz Ferreira, es imperioso que hagamos algunas precisiones
generales, principalmente con respecto al herramental conceptual así como a la
manera, sino al método, que el autor utiliza para aproximarse a los problemas sociales
y que veremos desplegar in totum en
su tratamiento específico de la libertad.
En
primer lugar, es preciso señalar que, como ya se adelantó, Vaz Ferreira,
seguramente por su rechazo a alguna de las propuestas de la obra positivista de
Spencer[1], muestra
una resistencia de todo tipo de sistematización a priori de la realidad a la hora de abordar los problemas sociales.
El autor se propone evadir las teorizaciones ligeras y los sistemas rígidos por
creer que estos son frecuentemente portadores ora de una tendencia totalizante ora
de un ideal monista, los que, en el primer caso, distorsiona la realidad tal
como es y, en el segundo, atenta contra la pluralidad de valores. Más aún, cuando
la lógica de los sistemas es transpolada al ámbito complejo de lo social, Vaz
Ferreira no sólo los ve como inconvenientes sino también como peligrosos, por
proveer soluciones que, a menudo, se dan de bruces con la realidad social,
mostrando aspi sus insuficiencias[2]. Frente
a ellos, su empresa está orientada, como él mismo señala, a pensar por ideas a
tener en cuenta, esto es, a intentar “pensar directamente sobre el problema” y
ganar, con ello, un acceso libre y desprejuiciado a las cuestiones sociales, algo
que un “espíritu dogmático” o, incluso “ecléctico”, difícilmente pueda lograr
al estar embretado en un sistema[3].
Pero, en realidad, en Vaz
Ferreira, y he aquí otro punto nodal, no se trata sólo de pensar sino también,
y fundamentalmente, de sentir. En efecto, así como, en Kant, el “yo pienso”,
condición indispensable de la apercepción trascendental, debe acompañar todas
las representaciones del sujeto, así el “yo siento”, en Vaz Ferreira, y
permítasenos la analogía, debe acompañar a todo “yo pienso”, dado que el sentir
es la condición indispensable de toda consideración auténtica de la realidad
social. Y esto no es pura retórica. En su Sobre
los Problemas Sociales (1922) sobran los pasajes en donde el autor hace
referencia al “pensar y al sentir” como dos actividades indisolubles y
solidarias la una con la otra. El autor primero piensa, pero si el pensamiento racional
no es capaz de alumbrar el camino de la verdad, entonces debe acudir al rescate
el sentir, que es el que, al final, tendrá la última palabra en la problemática
en cuestión. , discutiendo sobre la herencia y su inadecuación a una concepción
individualista ideal, el autor uruguayo dice explícitamente “podrían excusarse
demostraciones: se siente”. Así pasa a confiar directamente en que el “espíritu
sincero” de los “hombres de buena voluntad” comparta su sentir y, por lo tanto,
sus ideas, que de éste justamente se deducen.
Vaz Ferreira es de la idea de
que, en el terreno de la moral, a la política y a lo social, a la verdad no se
llega solamente por medio del uso de la razón. El autor piensa, en cambio, que
la misma puede ser intuida a través,
y fundamentalmente, del sentimiento. Es por ello que, a veces tácita y otras
expresamente, Vaz Ferreira le pide, sino le exige, al lector una cierta
complicidad en su inquisición filosófica, la que pasa más por una empatía y apertura sentimental que por la
búsqueda de un consenso explícito razonado. Es decir, según el autor uruguayo,
para comprender plenamente el problema social del que se trate, hay que experienciarlo en la subjetividad ya que
sólo así saldrá a la luz su verdad. En ese sentido, la propuesta de Vaz
Ferreira, en algún punto, tiene, en el fondo, algo de la concepción fenomenológica,
en tanto busca penetrar en la realidad de la cosa tal y como se presenta al
sujeto en la experiencia directa y, más específicamente, en el sentimiento. Vale
decir que ello está en plena sintonía con lo que su concepción filosófica tiene
de romántica.
Por
otro lado, es importante señalar la distinción que efectúa Vaz Ferreira entre
los problemas explicativos y los problemas normativos, la que articula
todo su pensamiento en relación a los problemas sociales. Los problemas
explicativos, dice Vaz en Lógica Viva (1910),
son simplemente problemas de constatación de hechos, es decir, se refieren a
cómo es efectivamente el caso. En principio, este tipo de problemas tienen una
solución única y perfecta, aunque todavía no se conozca, a la que se llega por
medio de una investigación racional y/o empírica del mundo. Contrariamente, los
problemas normativos, esto es, los relativos a la moral y a la política, apuntan
a qué es lo que se debe hacer. No son problemas meramente técnicos, esto es, de
definición de medios, sino axiológicos, en los que están en juego fines y
valores, que no son simplemente dados, como los datos sensoriales del mundo.
Por lo
tanto, para Vaz Ferreira no es posible, ni deseable, intentar encontrar para
ellos una solución ideal, que satisfaga a todas las partes y que no generen
pérdidas o inconvenientes. Puesto que el reino de los fines no pertenece al orden
objetivo del ser, en ese campo no hay soluciones unívocas y definitivas. En
este punto, es realmente sorprendente el paralelismo que existe entre la
filosofía del autor uruguayo y la de Isaiah Berlin. En efecto, la distinción
entre el campo explicativo y normativo está en la base misma de la crítica de
Isaiah Berlin a la Ilustración y su deseo irrefrenable por solucionar, método
científico mediante, todos los
problemas sociales y políticos. Y Vaz Ferreira, como el filósofo inglés, advierte que muchos
de los problemas que emergen son causados por una analogía indebida entre el
nivel explicativo y el nivel normativo, lo que genera la ilusión de que el
segundo puede ser tratado de la misma manera que el primero, haciendo caer así en
diversos sofismas y paralogismos.
En
cuanto al método, si es que se puede hablar de tal cosa en sentido estricto, Vaz
Ferreira propone tratar los problemas normativos, pasando por tres momentos. Un primer momento, en
donde se consideran todas las soluciones
posibles, incluso las que todavía no han sido pensadas, un segundo, en
donde se efectúa la comparación de las ventajas y desventajas de las soluciones
planteadas y, el tercero, aunque no por ello menos importante, la elección
(1922:19). Para Vaz Ferreira, hay que decir que la elección tiene que ser
tomada con miras a alcanzar un punto de transacción
entre las posturas antagónicas, generando para ellos mínimos que no pueden ser
traspasados. En ese sentido, en su visión, los
extremos, que son el individualismo a ultranza y el socialismo, sirven
solamente para proveer de los parámetros para ubicar el centro, que es en donde se encuentra efectivamente lo
realizable y deseable. La preocupación por oponer pero conciliar conservando lo
esencial, es lo que su método tiene de dialéctico, claro que, en lo que éste
tiene de movimiento y de síntesis preservadora y no de cierre y totalización,
que es precisamente de lo que huye su pensamiento.
Parsimonioso en su método, equilibrado al momento de
sopesar las ventajas e inconvenientes de una determinada solución a un problema
en particular, el autor es, por ello, mesurado en sus conclusiones, buscando
escapar de los extremos dogmáticos, evitando las etiquetas, las
falsas oposiciones así como los saltos ontológicos abruptos. Ése es precisamente
el camino que el autor transita cuando aborda el problema de la libertad, tal y
como veremos a continuación.
2.
La libertad en Vaz Ferreira
Antes que nada, hay que advertir que en la obra de Vaz
Ferreira, el tratamiento de la libertad es doble. El primero de ellos, refiere
a la posibilidad metafísica de la
libertad, esto es, a la idea de si es posible que, en un mundo regido por estrictas
leyes naturales, como definió el determinismo de Laplace, pueda darse la
excepcionalidad de un ser (sea el hombre u otros organismos vivos) espontáneo,
dotado de libre albedrio, cuyos actos no fueran determinados por el mundo
exterior. La libertad entendida en ése sentido es abordada en Los problemas de la libertad y el determinismo (1907), en donde el filósofo uruguayo elabora su famosa y original
distinción entre seres libres y actos determinados[4].
Pero aquí nos ocuparemos más bien del otro sentido del término libertad: a
saber, la libertad como posibilidad
política y social, la que es examinada
en su Sobre los problemas sociales (1922).
Cuando estudiamos el
texto de Vaz Ferreira, podemos identificar que son, grosso modo, dos las
cuestiones relativas a la libertad las que le preocupan al autor. La primera es
el de cómo justificarla. La segunda
es el de su relación con la igualdad.
Proponemos abordar, entonces, la libertad en Vaz Ferreira atendiendo a esta
distinción.
a) Sobre la justificación de la libertad
Vaz Ferreira básicamente
justifica la libertad por dos vías: estas son, porque 1) promueve el progreso de la especie y porque 2) es el principio de justicia.
1.
El progreso de la especie. En primer lugar, Vaz Ferreira argumenta que la
libertad es buena porque sin libertad no habría innovación ni competencia y sin
éstos sencillamente no existiría el progreso. En este punto, es necesario
remitirse a la obra On Liberty (1859)
de John Stuart Mill así como a la de Hebert Spencer, quienes exponen la misma
tesis que claramente inspira al autor uruguayo a la hora de construir su propia
defensa de la libertad.
Abandonando la idea de los derechos naturales, propia de
la metafísica iunsaturalista de la Ilustración, Stuart Mill defiende la
libertad porque cree que sólo en un marco de libertad pueden asegurarse las
condiciones para la emergencia y difusión de la verdad y de la innovación, tan
fructíferas para el progreso de las sociedades. La explicación es sencilla: en
una sociedad en donde no existe libertad y en donde las opiniones son
sistemáticamente reprimidas, la verdad y la innovación tienen pocas
posibilidades de hacerse escuchar y, por ende, de triunfar. En cambio, en una
sociedad en donde los individuos son libres, se genera una suerte de mercado de ideas, en donde se
intercambian diversas opiniones, que obligan a los individuos a reflexionar y a
revisar su propia postura con respecto a un tema en particular, lo que, al
mismo tiempo, evita el dogmatismo. De esa forma, para Stuart Mill, la libertad se
justifica porque es favorable a la novedad y porque, en última instancia, y de
ahí su utilitarismo, es especialmente útil para la sociedad, al hacerla
progresar a través del impulso individual. Según Stuart Mill, el individuo es
el único centro de espontaneidad, capaz de romper con las convenciones sociales
establecidas que, a menudo, se resiste a todo cambio, anquilosando a la
sociedad. Para resumir, el dictum de
Mill es el siguiente: si se deja al individuo perseguir libremente su felicidad
y se le fomenta en su creatividad, entonces la sociedad avanzará por los
carriles del progreso. Por ello, Mill, algo que también Vaz Ferreira
compartirá, aboga por la protección de las libertades individuales tanto de las
arbitrariedades del Estado como las de la creciente masificación de la sociedad
civil que, como ya había advertido oportunamente Tocqueville, tiende a reprimir
toda singularidad y diversidad.
Por su lado, Spencer, comparte,
en lo esencial, la visión de Mill, sólo que le agrega a ésta un fuerte
componente biologicista, propio de finales del siglo XIX y el auge del
darwinismo. En efecto, Spencer traslada la lógica darwinista de la selección
natural al ámbito social. Es así que el autor británico afirma que, así como
existen mecanismos naturales que determinan la supervivencia de una especie y
la extinción de otras, empujando la evolución, así también existen mecanismos
impersonales dentro de la sociedad, el principal, el económico, que, cuando son
librados a su propia lógica, operan de forma que pautan la supervivencia y la
primacía del más fuerte y, con ello, el mejoramiento social, en otras palabras,
el progreso. En este marco de Spencer, la libertad ocupa un lugar central en el
sistema de Spencer porque la misma garantiza las condiciones naturales para el cumplimiento
pleno de la llamada “ley de la vida”, según la cual la sociedad, como cualquier
otro organismo vivo, evoluciona, a través de las presiones selectivas, a formas
más complejas y desarrolladas (Andreoli, 2012:49). Es así que en la situación
de libertad natural, la presión selectiva garantiza, en las diferentes esferas
de actividades el gobierno de los mejores, lo que, al final, redunda en
beneficio del conjunto. De esa forma, el autor considera los programas
sociales, la educación pública, y en general, toda intervención estatal,
orientada a crear redes de contención social, como mecanismos distorsionantes,
que van en detrimento de la selección de los más aptos y que retrasan así el
progreso de la civilización.
En Vaz Ferreira, conviven ambas
justificaciones de la libertad. En efecto, lo que tenemos es, de un lado, una
justificación teleológica (Mill), porque subordina la libertad al cumplimento
de un fin, el del progreso, lo que se logra dando rienda suelta a las
potencialidades individuales, y, de otro, evolucionista-materialista (Spencer),
porque concibe que la libertad del individuo, que lo entrega al juego de la
competencia y a la búsqueda de su propio placer, resulta en el desarrollo y
perfeccionamiento de toda la especie. Sin embargo, hay que aclarar que Vaz
Ferreira no ve al individualismo como un resultado del proceso de
diferenciación social que acarrea el progreso económico, como hace Spencer. Su
visión del individualismo es, en algún sentido, ahistórica, al fundamentarlo en
la simple psicología humana, a la que ve como tendiente al egoísmo. En efecto, en
su visión, no es que el sistema capitalista cree sociedades individualistas,
sino que es porque éstas son naturalmente
individualistas que el capitalismo es precisamente el sistema económico que
mejor se adecúa a ellas. (Ver Andreoli, 2012:72)
Además, y en relación
con esto último, Vaz Ferreira concibe que la libertad impulsa no sólo un
progreso material sino también un progreso moral (Acosta, 2009: 5). La idea del
autor, expuesta lacónicamente, es que, junto al progreso histórico en términos
materiales, también se da una creciente pluralidad de valores y, paralelamente,
una mayor sensibilidad de los sujetos hacia el otro y sus concepciones éticas,
lo que empuja al hombre a través de la historia, a una superación progresiva moral.
Con esta concepción, demás está decir, Vaz Ferreira demuestra que tiene una
visión perfeccionista de los individuos así como una fuerte fe en el progreso,
propia de las teorías decimonónicas y de principios de siglo XIX. Así lo dice expresamente
en Fermentario 1963:
Esto
es esencial sobre progreso moral: lo que se agregó no fue por ejemplo la
guerra, sino el sufrir más porque la haya, y […] por tener que hacerla. Y más
resistencia psicológica contra ella. Lo agregado no es que sufran las clases
menos favorecidas, sino el sufrimiento creciente de la humanidad por ese
sufrimiento, con la acción consiguiente –y parcialmente eficaz por su
mejoramiento o alivio. Y en cuanto se toma este punto de vista […] se percibe
el mejoramiento moral de la humanidad a través de la historia. (228)
Esta idea del autor de
progreso moral, y valga el paréntesis, es de difícil conciliación con su
concepción negativa de la libertad, que hereda de Mill y Spencer, según la cual
ser libre consiste sencillamente en poder hacer lo que se quiera sin tener que
enfrentar obstáculos humanos externos[5]. Decir que el hombre
progresa, en todos los sentidos del término, supone afirmar que el proceso
histórico es un proceso de acumulación. Sin embargo, es difícil justificar tal
acumulación, en lo que a la esfera espiritual se refiere, sino es apelando a
alguna forma de dualismo, un recurso, valga decir, propio de los defensores de
la libertad positiva, según el cual
un “yo moralmente superior” o “trascendental”, que, con el devenir, se percata
de lo bueno, se impusiera históricamente a un “yo moralmente inferior” o “empírico”,
ligado a un egoísmo ético anti-social. De ese modo, la historia describiría, de
algún modo, el devenir de la auto-realización del hombre, en donde un “yo
empírico” se acoplaría a un “yo trascendental”. No obstante lo anterior, Vaz
Ferreira permanece callado en cuanto a la justificación de la evolución moral
del hombre y, de hecho, parece como si ni siquiera hubiera reparado en la
tensión que dicha idea establece con su concepción de libertad entendida
esencialmente como no interferencia. Seguramente, cuando habla de progreso
moral, el autor uruguayo está pensando específicamente en la idea spenceriana que
afirma que los individuos desarrollan, como producto de su evolución biológica,
sentimientos morales de altruismo.
2.
Justicia.
Pero, además de la justificación teleológica de la libertad, Vaz Ferreira
expone otra razón para defenderla. Para el autor, la libertad es también, y nada
menos, que el principio de justicia. Por lo tanto, esta segunda justificación es
básicamente deontológica. Con lo
anterior queremos decir que, al menos en el ideal, para el filósofo uruguayo, es
solamente justa aquella situación en la que, y conforme a su concepción
negativa de la libertad, cada individuo se hace responsable por las consecuencias de sus actos. Esas consecuencias
podrán ser buenas o malas, dependiendo de la calidad de las decisiones tomadas y
del esfuerzo personal, pero, para el filósofo, sería decididamente injusto que
se hiciera pagar por ellas a otro individuo. Esto es: las consecuencias de un
acto son, en principio, y en relación con el individuo que la tomó, intransferibles,
al menos, claro está, que los individuos pacten lo contrario.
Es así que en
el esquema de Vaz Ferreira no existe, por ejemplo, el dispositivo rawlsiano del
velo de la ignorancia, a través del
cual se pretende fijar, contrato mediante, las condiciones de justicia
generales que han de regir todos los miembros de la sociedad, con independencia
de la posición que éstos vayan a tener en la misma, sino simplemente individuos
que, en tanto tienen la capacidad de elegir por sí mismos, esto es, en tanto son
autónomos y pueden auto-gobernarse, deben cosechar la siembra de sus actos.
A la luz de lo anterior, podríamos decir que, al menos
en este punto, la propuesta de Vaz Ferreira tiene cierta afinidad con la de
Nozick, ya que el principio axiológico de la justicia parecería estar dado por el
axioma de la auto-posesión, ya utilizado
por Locke, y del que se derivaría la responsabilidad ineludible por los actos
individuales. Es por ello que, a los ojos de Vaz Ferreira, la desigualdad no es
intrínsecamente injusta. Efectivamente, para él, es justa en la medida en que
ésta se derive del ejercicio de la libertad individual y refleje el mérito
propio. Ahora bien, si ella no es el producto de un ejercicio irrestricto de la
libertad, que generará réditos de acuerdo con el mérito individual, sino más
bien el resultado de, por ejemplo, puntos de partidas distintos, como es
efectivamente el caso, entonces, para el autor, ésa desigualdad sí es injusta y,
por lo tanto, éticamente reprobable, puesto que no expresa las diferencias
naturales en aptitudes y conductas cuanto una situación que es arbitrariamente
ventajosa o desventajosa para los individuos.
b) Libertad e igualdad
Además de cómo justificar la libertad, a Vaz Ferreira
le preocupa la cuestión de la relación que ésta entabla con la igualdad,
considerada tradicionalmente como antagonista natural de la misma. Para abordar
esa relación, el autor procede utilizando su método, tratando así arribar a una
fórmula ideal, que contenga, en una proporción adecuada, los mínimos deseables
tanto de libertad como de igualdad. En primer lugar, el autor, conforme a su
metodología, procede a analizar la situación tomando las posturas extremas: a
saber, de un lado, el individualismo, adalid de la libertad, y,
del otro, el socialismo, comprometido principalmente con la igualdad. Sin
embargo, lo primero que advierte es que, en verdad, esos extremos no se oponen
tan tajantemente como normalmente se cree. En otras palabras, el autor quiere
demostrar la falsa oposición. Y ello lo logra señalando una paradoja: la de que
hay algo de individualismo en el socialismo y algo de socialismo en el
individualismo. En efecto, el autor dice:
El
socialismo tal como se presenta en nuestra humanidad […] lejos de sacrificar el
individuo a la sociedad, quisiera hacer del individuo el centro: dar a cada
individuo el mayor bienestar posible […] Y es al contrario, el individualismo
de aquí abajo el que, por su idea de progreso, y de sacrificio […] de los
individuos dotados (en la selección), atiende más a la idea de la especie en
general a la idea de sociedad. (1922: 14)
Demostradas
las limitaciones de la oposición individualismo versus socialismo, Vaz
Ferreria, nuevamente fiel a su metodología, se apresta a desentrañar, a través
de un experimento mental, las posibles
consecuencias que implicaría la ejecución, sin más, de un individualismo o de
un socialismo puros. De ello deduce que, al menos en cómo han sido formuladas
teóricamente, estas dos posiciones son, en primera instancia, irrealizables. Así Vaz Ferreira asegura
que el individualismo extremo no sólo no ha sido formulado correctamente, sino
que además la supresión de toda norma, esto es, el no gobierno, o “utopismo
anarquista” como le llama, “postula un demasiado profundo cambio en la
naturaleza humana” (1922:25).
Por su lado, el socialismo puro
también exigiría una transformación importante en la psicología individual, en
este caso de la “tendencia egoísta de la naturaleza humana”, lo que
visualiza como imposible. Pero, amén del hecho de que son irrealizables, para
Vaz Ferreira tanto el individualismo como el socialismo en sus planteamientos
duros son además, y principalmente, indeseables.
Y ello porque, según él, “nadie quisiera sacrificar del todo el bienestar de
cada individuo, una seguridad mínima, lo presente”, que es a lo que llevaría un
individualismo extremo, y “nadie quisiera sacrificar del todo el progreso”,
como sería el caso de un socialismo puro (1922:29).
Ahora bien, dado ese panorama, la siguiente
preocupación de Vaz Ferreira es la de encontrar un punto de transacción entre
esa “oposición polarizante”. En este punto, aunque no lo hace explícito, es
claro que el autor se topa con un problema de fondo: a saber, con la imposibilidad objetiva, no sólo de poder
elegir racionalmente entre los valores de libertad e igualdad, sino también de
determinar el grado deseable u óptimo de ellos. Aquí, y nuevamente, coincide
con el filósofo Isaiah Berlin. No obstante, hay una diferencia esencial en lo
que a la resolución de la cuestión se refiere. En efecto, mientras que Berlin
declara la inconmensurabilidad radical de los valores, y, por lo tanto, su
irresolución en un sistema racional de moral objetivo, de ahí su llamado pluralismo
agonístico, Vaz Ferreira afirma que la medida justa de esos valores, en su
sistema moral pluralista, es ciertamente determinable, en primer lugar, y en
caso de ser posible, por una consideración racional de las ventajas e
inconvenientes de las perspectivas planteadas y, en segundo, por el sentir, que
es el que termina decidiendo en última instancia. En otras palabras: allí donde
la razón no puede penetrar, mostrándose caduca, allí Vaz Ferreira introduce el
sentimiento como una suerte de árbitro de última apelación, al que aceptarán
someterse, sin reparos, todos los llamados hombres de buena voluntad[6]. Y es precisamente por la
vía de las razones del corazón más
que por las razones de la razón, como
las llama Yamandú Acosta (2009:14), que el autor uruguayo llega a una fórmula mínima “para los espíritus
sinceros y comprensivos” mediante la cual busca un punto de transacción que
satisfaga los puntos centrales de ambas posturas antagónicas (1922:17).
Ahora
bien, y dada la primacía del sentir sobre el pensar, el autor uruguayo no puede
menos que fundamentar dicha fórmula sino sobre la base subjetiva del
sentimiento. Es así que la “simpatía” y “antipatía”, las que se originan en la
experiencia del individuo, ofician de brújula en la determinación del punto
óptimo. De esa forma, el individualismo produce simpatía porque se corresponde
con la psicología individual y azuza el progreso de la especie, y antipatía
porque sustenta un régimen en donde se constata una “desigualdad excesiva” y en
donde triunfa el no superior o el “superior en aptitudes no superiores” (1922:
22-23).
Por
su lado, el socialismo causa simpatía por sus ideales de “fraternidad”,
“bondad”, “solidaridad” y “la defensa del pobre y del débil” (1922:23) mientras
que es antipático por todo lo que tiene de anti-individualista, llámese
demasiado “gobierno”, “autoridad”, “leyes” y “prohibiciones”, amén del riesgo
latente de la tiranía y de que, como las organizaciones de los artrópodos, la
sociedad deje de progresar (1922:24). De modo que se trata de hallar una
fórmula conciliadora, que preserve las ventajas de cada polo y minimice los
inconvenientes. Esa fórmula la enuncia de la siguiente manera: “1) asegurar al
individuo hasta cierto grado; 2) después dejarlo: entregarlo a la libertad, con
las consecuencias de su conducta de sus aptitudes.” (1922:17) Vale decir aquí que,
no obstante lo anterior, Vaz Ferreria afirma que es contrario al sentir dejar
caer al individuo debajo de cierto límite (1922:34). De este modo, el autor se
distanciaría de teorías individualistas más radicales, como sería, a ese
respecto, la de Nozick. Pero, más allá de lo anterior, lo importante a destacar
es que, con su fórmula ideal, y como reconoce el propio Vaz Ferreira, lo que
antes era un problema de naturaleza, que ponía las cosas en la forma dicotómica
de libertad o igualdad, se convirtió en un problema de grado, vale decir, de
determinar cuánto es deseable de uno o de otro. Por lo tanto, el problema ha de
resolverse ahora dentro de los
parámetros establecidos por esa fórmula que determina los límites de lo
aceptable (1922:22).
El
hecho de asegurar al individuo en cierto grado implica, para Vaz Ferreira,
corregir un problema de fondo que existe en las sociedades en donde se practica
un individualismo sin límites. Este es, nada menos, que el problema del punto de partida, en el que, según
constata en la realidad, existe una desigualdad alarmante. De esa forma, Vaz
Ferreira se decide a combatir esa situación que, por lo injusta, hiere el
sentir. Es así que dice:
Nuestro
ideal comporta por lo menos alguna más igualdad en el punto de partida de los
individuos; podrá haber discusión sobre el grado; pero es indudable que la
desigualdad en el punto de partida, sobrepasa: es demasiada. (1922:18)
La
desigualdad imperante es propiciada, para el autor, uruguayo básicamente por el
principio irrestricto y privativo de la herencia. Dicho principio es sustentado
por la tesis individualista de que las generaciones anteriores tienen derecho a
legar, sin restricciones, todo lo que produjeron en vida. En realidad, este
individualismo en la medida en que se ampara en la libertad para asegurar la
continuidad de los bienes familiares y
proteger así la descendencia, no es, en el fondo, sino una forma de familismo (Andreoli, 2009: 94).
Pero
esa perspectiva del individualismo es, para Vaz Ferreira, estrecha de miras, puesto
que no toma en cuenta el derecho de las generaciones futuras a tener un punto
de partida igualitario, sin el cual las condiciones de desarrollo de la
libertad se verían seriamente afectadas. En efecto, al ser el punto de partida
desigual, la posición de los individuos en la sociedad tiende a reflejar más
ésa desigualdad de base que la capacidad y aptitudes individuales. Además, un
punto de partida desigual es esencialmente injusto, ya que el simple hecho de
nacer no constituye, en sí mismo, un mérito o desmérito para justificar una
mejor o peor posición en el comienzo. Sucede, simplemente, que al nacer nos
perjudicamos o beneficiamos de las decisiones que otros tomaron, lo cual, y a
la luz de un principio de justicia basado en que “a cada quien las
consecuencias de sus actos”, es injusto. Es por ello que Vaz Ferreira busca atemperar
las consecuencias de este sistema, mal llamado individualista, apelando a la otra
cara posible del individualismo: esto es, el derecho de los aún no nacidos a ejercer
su libertad en igualdad condiciones.
Por
lo anterior, para el autor uruguayo, se trata de generar una cierta igualdad liberal (Andreoli, 2012:77). Idealmente,
ello implicaría hacer tabula rasa o, lo que es lo mismo, que cada generación
empiece de nuevo. Pero cumplir eso acarraría, como también el individualismo
familista, otra serie de problemas[7]. Por lo
tanto, aquí también hay que asegurar un mínimo que evite los extremos y que
además logre conciliar los derechos de todos
los individuos, tanto los futuros como los anteriores. En ese marco, la
solución de “punto medio” de Vaz Ferreira sería, en primer lugar, establecer distinciones en la herencia, a los
efectos de implementar modificaciones y limitaciones según si las generaciones
sacaron todo de su trabajo o si lo combinaron con elementos naturales finitos,
así como alguna forma de gravamen sobre la misma que permitiera financiar un
punto de partida más igualitario.
Algo
similar sucede con la propiedad de la
tierra. En relación a ella, Vaz Ferreira arguye que el individualismo bien
entendido debería reconocer “como el derecho individual por excelencia, después
del derecho a la vida, el derecho a estar: el derecho a la tierra de
habitación.” (1922:37) Ello, vale aclarar, en cuanto a la tierra de habitación, en lo que respecta a la tierra de producción, Ferreira detecta exactamente el mismo
problema que con la herencia. Por un lado, se esgrimen los derechos de los
individuos anteriores que agregaron al medio natural su trabajo. No obstante,
también está el derecho de los individuos actuales al medio natural de la
tierra, por lo que, aquí también, debe adecuarse la situación a la fórmula
ideal, sin que se llegue al sacrificio total de ninguno de los que derechos están en pugna. En efecto:
[Nuestra
fórmula] reconoce, por una parte, la defensa del menor, su derecho a un punto
de partida por el aseguramiento de la salud, de la instrucción; mitiga también
la dureza de la selección individual absoluta […] Hubiérase debido hacer […] la
depuración del individualismo, introduciendo en él consecuentemente el derecho
individual a la tierra de habitación, por lo menos […] y limitaciones y
modificaciones de la herencia en las que se tuvieran en cuenta precisamente,
los derechos individuales de los individuos actuales. (1922: 48)
3.
Conclusiones
En
el presente trabajo vimos que, con relación a la libertad, a Vaz Ferreira, al
menos como está planteado en Sobre los
Problemas Sociales (1922) le importan, básicamente, dos cuestiones: la de
su justificación y la de su tensión con la igualdad.
En
lo relativo al primer punto, advertimos que el autor aduce dos razones para
justificar la libertad. Una de carácter consecuentalista o teleológica, según
la cual la libertad es buena porque, a través de diversos mecanismos, empuja el
desarrollo de la civilización, y otra de carácter deontológico, ya que, para
Vaz Ferreira, lo justo es que cada individuo se haga responsable de las
consecuencias de sus actos, aún cuando ello genere en los hechos desigualdad.
En
lo relativo al segundo punto, podemos decir que el abordaje de la igualdad
aparece como necesario a la luz de su método, que pone el acento en la
contradicción, la complementación y en la preservación de mínimos. Primeramente,
el autor intenta demostrar la falsa oposición que existe entre ambos conceptos
cuando señala lo que hay de individualismo en el socialismo y viceversa. Acto
seguido, Vaz Ferreira advierte que, cuando contrastadas con la realidad, esos
dos conceptos no son sólo irrealizables sino también indeseables por las
consecuencias prácticas que tendrían, o tienen, como es el caso del
individualismo, de implementarse en la realidad tal y como postula la teoría.
Consecuente
con su pragmatismo, el autor se apresta seguidamente a tratar de componer una
fórmula ideal a satisfacer que, aunque parte de ciertos principios postulados
teóricamente, atienda a la realidad en su ser así. Por otro lado, y dada la
primacía del sentir sobre el pensar que caracteriza al conjunto de su obra, Vaz
Ferreira recurre a hacer del sentimiento el basamento de dicha fórmula. De ahí
que apele directamente a las razones del
corazón, que se expresan en
“simpatía” o “antipatía” por determinadas ideas. De hecho, de esa manera aborda los problemas prácticos de la
herencia y de la propiedad de la tierra, cuestiones fundamentales a resolver
por la fórmula planteada.
Por
último, y para concluir, es preciso decir que es esencialmente en ese juego con
la igualdad, que se da a nivel de lo concreto, en donde se revela la verdad de
la libertad, entendiendo por verdad tanto lo que es posible como lo que es
deseable en los términos estrictos del sentir.
4. Bibliografía
- Acosta, Yamandú. El
pensar radical de Vaz Ferreira y el discernimiento de los problemas sociales.
Revista ACTIO N°11- Noviembre 2009.
- Andreoli,
Miguel. Pensar por ideas a tener en
cuenta: elementos de filosofía política en Vaz Ferreira. Universidad
de la República. Uruguay. 2012.
- Ardao,
Arturo. Introducción a Vaz Ferreira,
1961. [Internet] Accedido el 29 de Marzo, 2013.
Disponible en: http://autoresuruguayos.adinet.com.uy/carlos-vaz-ferreira/texto-sobre-vaz-ferreira.php
· Berlin, Isaiah. Dos
conceptos de libertad y otros escritos. Ed. Alianza Editorial. 2005.
Madrid, España.
- Ferreira, Vaz. Fermentario.
Ed. Homenaje de la Cámara de
Representantes de la República Oriental del Uruguay. Montevideo. 1963. [Internet] Accedido
el 26 de Marzo, 2013. Disponible en: http://autoresuruguayos.adinet.com.uy/carlos-vaz-ferreira/texto-sobre-vaz-ferreira.php
- Ferreira, Vaz. Los
problemas de la libertad y el determinismo. Ed. Homenaje de la Cámara
de Representantes de la República Oriental del Uruguay. Montevideo. 1963. [Internet] Accedido
el 22 de Marzo, 2013. Disponible en: http://autoresuruguayos.adinet.com.uy/carlos-vaz-ferreira/texto-sobre-vaz-ferreira.php
- Ferreira, Vaz. Sobre los
problemas sociales. Ed. Homenaje de la Cámara de Representantes de la República
Oriental del Uruguay. Montevideo. 1963. [Internet] Accedido
el 29 de Marzo, 2013. Disponible en: http://autoresuruguayos.adinet.com.uy/carlos-vaz-ferreira/texto-sobre-vaz-ferreira.php
[1].- La reacción de Ferreira contra el positivismo está en
plena sintonía con el brote anti-positivsta que se constata por toda Latinoamérica
en esa época. Recuérdese la férrea oposición de Vasconcelos a los llamados “científicos”
en México, la que anuncia la emergencia del modernismo.
[2].- En efecto, el propio Vaz Ferreira lo pone del
siguiente modo: “Pero esta manera de pensar por sistemas, es decir por
razonamientos hechos de antemano, se va haciendo cada vez más difícil y
peligrosa a medida que se trata de cosas más complejas; y, en los órdenes de la
moral, y de la psicología, y en la literatura, en la filosofía, en lo social, y
en muy amplio grado en lo práctico, entonces […] lo del texto; esto es: los peligros de pensar por sistemas, y la
conveniencia de pensar por ideas para tener en cuenta y con ellas examinar cada
cuestión y del modo más amplio.” (Citado en Acosta, 2009: 6). Ver bibliografía.
[3].- Precisamente, Vaz Ferreira rechaza tanto el espíritu
sistematizante como el espíritu ecléctico, por no ser sino otra versión del
primero. Con respecto eclecticismo dice lo siguiente: ““Eclecticismo”, en el
sentido habitual, es tomar parte de otras doctrinas; en tanto que el verdadero
modo de pensar, el bueno, es examinar directamente las cuestiones y buscar
directamente lo verdadero o lo bueno.” (1922:87)
[4].- En su Introducción a Vaz Ferreira (1961), Arturo Ardao resume muy bien el
aporte del filósofo uruguayo: “Es sólo a los seres que se refieren los
problemas de la libertad; es sólo a los actos o hechos que se refieren los
problemas del determinismo. Los problemas de la libertad o no libertad se
refieren a dependencia o no dependencia de algún ser con respecto al mundo
exterior a él, a lo que no es él; los problemas del determinismo o
indeterminismo se refieren a la relación de fenómenos con sus antecedentes, de
estados a estados anteriores.” (1961:47)
[5].- Es, nuevamente, Miguel Andreoli
quien apunta que Vaz Ferreira tiene, en lo esencial, una concepción negativa de
la libertad: “En las conferencias, identifica la defensa del individualismo con
lo que actualmente llamamos el principio de la libertad negativa, esto es con
la exigencia de no interferencia por parte de otros sujetos en la espontaneidad
de la acción individual.” (2012:72)
[6].- Es
importante decir que los hombres de buena voluntad serían aquellos cuya visión
no está afectada por los sistemas de pensamiento, sino que miran a la realidad
a través del sentimiento.
[7].- Para Vaz Ferreira, la
posibilidad de legar estimula el trabajo y además evita que la persona gaste
todo antes de morir. Esas dos ventajas de la institución de la herencia se
perderían si se eliminara dicha institución en favor de un individualismo de
las generaciones actuales.
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