Colombia: polémica internacional por la instalación de bases militares estadounidenses
*Por Jonathan Arriola
La latente posibilidad de que Colombia y Estados Unidos firmen un acuerdo de seguridad ha alarmado a varios países de la región. Mediante el acuerdo, la potencia norteamericana se aseguraría una presencia militar importante en Colombia ya que le permitiría tener acceso y operar desde siete bases militares en dicho país, con un contingente de personal de aproximadamente unas 1400 personas, 800 de las cuales serían efectivos militares.
Inmediatamente luego de hecho el anuncio de las intenciones de llegar al acuerdo, las repercusiones nacionales e internacionales no se hicieron esperar.
Dentro de Colombia, la oposición más radical acusó al presidente Uribe y al susodicho acercamiento con los Estados Unidos como un “sometimiento” a los intereses hegemónicos e imperialistas de los “gringos”. Acusación que fue respondida por el gobierno de Uribe, el cual alegó que el acuerdo no sólo no contempla obligaciones en lo referente a defensa mutua sino que tampoco compromete la soberanía colombiana en tanto que Colombia, entre otras cosas, podrá realizar diversos controles en las bases a ser instaladas. El gobierno defendió, en cambio, el rótulo de acuerdo de “cooperación bilateral”, recalcando la importancia estratégica de la instalación de dichas bases, sobre todo, en lo que hace al fortalecimiento de la lucha contra el narcotráfico y contra las amenazas que supongan el terrorismo y los grupos armados ilegales, como las FARC.
Pero, más allá de estas coyunturas políticas puntuales que se suceden en el interior de Colombia, es importante despejar algunos entretelones a los efectos de comprender, primero, la importancia real de la tentativa instalación de dichas bases y, seguidamente, el alcance regional y las ineludibles repercusiones en el resto del continente latinoamericano.
A los efectos prácticos conviene comenzar por acercarnos a los diversos intereses estadounidenses que orbitan alrededor del acuerdo. El establecimiento de enclaves militares en Colombia no es menor para los Estados Unidos sino que se vuelve un objetivo importante desde el momento en que su única base militar instalada en Sudamérica dejará de serlo para el noviembre del presente año. Esa base militar es la que estaba ubicada en Ecuador, más específicamente en Manta; una instalación valiosísima no sólo por las favorables condiciones bajo las cuales operaba sino porque, desde la entrega del canal de Panamá, se había vuelto un centro de operaciones trascendental para los Estados Unidos en la región sudamericana. La reciente reforma constitucional en Ecuador, dejó afuera la posibilidad de instalar cualquier tipo de bases militares extranjeras en suelo ecuatoriano, lo que imposibilita a su vez la renovación del acuerdo que Estados Unidos y Ecuador firmasen y que había dado lugar a la ya nombrada base de Manta.
Hasta aquí podemos conjeturar que lo que le interesa a los Estados Unidos es sustituir la pérdida de la base en Manta por la instalación de nuevas en Colombia. Sin embargo, hay que advertir que existen otros elementos en juego. Y es que Colombia resulta ser, en el marco del socialismo “bolivariano” propugnado por Venezuela, un aliado, geopolíticamente hablando, de vital importancia. Es así que, con este paso estratégico –la firma del acuerdo de seguridad-, los Estados Unidos podrían estar contrarrestando la creciente influencia de países como Irán, Rusia y de China que últimamente se han acercado a la región andina (más específicamente a Venezuela, Ecuador y Bolivia) a la vez que afianza la ya buena relación con Colombia, aliada clave en un contexto donde a diestra y siniestra se predica un proyecto “socialista-bolivariano”.
La historia contemporánea de las relaciones Bogotá-Washington, marca una clara tendencia a la cooperación, tanto a nivel político, económico como militar. Tal es así que de producirse el acuerdo, éste no sería más que una amplificación y franca profundización de un plan pactado entre ambas naciones en el año 2000: el llamado Plan Colombia. Por medio de dicho Plan, los Estados Unidos, con el objeto de luchar contra el narcotráfico, prestaron ayuda militar y económica en una magnitud tal (más de U$S5000 millones) que convirtieron a Colombia en uno de los principales países receptores de dicho tipo asistencia norteamericana a nivel mundial.
Por supuesto que la noticia de la eventual firma de un acuerdo bilateral, de carácter militar, suscitó intranquilidades en los países vecinos que, con Venezuela a la cabeza, sacaron a relucir nuevamente su discurso anti-norteamericanista. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, hizo saber su rechazo de inmediato, señalando lo que a su juicio constituye un potencial peligro que sería para la estabilidad de la región la firma de un acuerdo de tales características; tirantez con Colombia que se viene a sumar a la ruptura de relaciones efectivizada el año pasado. No muy distinta fue la reacción del presidente boliviano, Evo Morales, quien con una contundente afirmación expresó que los "Políticos que aceptan una base militar norteamericana en cualquier país de Latinoamérica son traidores de su país, traidores de su patria". Sin embargo, la respuesta más efusiva vendría de la mano del presidente más bolivariano de todos: Hugo Chávez. El mandatario venezolano, quien la semana pasada decidiera “congelar” las relaciones con Colombia, entre otras cosas, por su acercamiento con Washington, aseguró que detrás de las intenciones estadounidenses se oculta un plan siniestro que estaría buscando crear inestabilidades en su país. Según el propio Chávez, la instalación de dichas bases, asimismo, constituiría una amenaza para Venezuela desde el momento en que facilitarían una posible invasión norteamericana desde Colombia.
Por su lado, el gobernante brasilero, Lula Da Silva, formuló una opinión contraria a la eventual instalación de bases militares en Colombia a la vez que puntualizó, al mejor estilo de Itamaraty, que dicha formulación era tan sólo una opinión personal y que lejos estaban de los intereses de Brasil entrar en conflicto con Colombia o con los Estados Unidos por este tema. Siguiendo esta misma línea, la mandataria chilena, Michel Bachelet, expresó su completa adhesión a las palabras de Lula, y recomendó incluir este tema como prioritario en la agenda de la recién nacida Unasur. A pesar de ello, Colombia decidió no asistir a la cumbre de esta organización a realizarse el lunes próximo, y nada más ni nada menos que en Quito.
En medio de este atolladero, Colombia se vio obligada a dar explicaciones más precisas sobre la eventual instalación de las bases militares. En este sentido, Álvaro Uribe decidió emprender una gira por el continente americano, en búsqueda del visto bueno de, por lo menos, siete países. Dicha gira comenzó el martes de esta semana con la visita de Uribe a Perú y continuó el miércoles con la entrevista con los presidentes de Chile y Paraguay. Según lo estipulado por el cronograma de visitas, el jueves Uribe tendrá una reunión con los presidentes de Argentina, Brasil y de Uruguay. De concretarse una entrevista con Evo Morales, también se realizará este jueves.
Por lo pronto, es evidente que el acuerdo de seguridad planteado por Estados Unidos a Colombia no es un tema menor. No sólo por lo que significaría al interior del país andino en lo que hace a la lucha contra el narcotráfico, sino por el impacto que supondría en la región. Hay que tener en cuenta que la naturaleza de las bases planteadas permite que un avión estadounidense pueda recorrer la mitad del continente sin necesidad de buscar nuevamente fuentes de abastecimiento. Frente a este hecho, resulta comprensible y deseable la sana preocupación que algunos países sudamericanos expresaron los últimos días, claro que siempre y cuando la preocupación no devenga en intervención.
Si un acuerdo de semejantes características se lleva a cabo efectivamente, no debemos sorprendernos. Éste sería, más bien, una consecuencia natural de un proceso que se viene gestando hace tiempo. A modo de “ayuda memoria”, hay que recordar que, mientras que la ayuda prestada por las naciones latinoamericanas a Colombia se ha quedado solamente en el plano de lo simbólico cuando no en el mero gesto de solidaridad, los Estados Unidos han brindado asistencia real, puntual y constante a lo largo de los últimos tiempos. En ese sentido, es del todo entendible que Colombia se vuelque hacia la nación norteamericana y más cuando el acuerdo promete fortalecer el combate contra el flagelo de los grupos armados ilegales. Lo que sí debe parecernos asombroso, sino preocupante, es cómo un continente entero se pone en vilo frente a una eventual instalación de bases militares extra-continentales, mientras que la creciente compra de armas de Venezuela a Rusia y sus últimas incursiones militares en el Caribe junto con la ex - URSS, hayan pasado poco menos que desapercibidas.
*Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
Depto. de Estudios Internacionales
Depto. de Estudios Internacionales
FACS - ORT Uruguay
Publicado en la Revista digital LETRAS INTERNACIONALES
Año 3 - Número 71/Jueves 06 de agosto de 2009
Montevideo - Uruguay
Montevideo - Uruguay
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