A propósito de la obra de Isaiah Berlin
*Por Jonathan Arriola.
El próximo 5 de noviembre se cumplirá el décimo primer aniversario de la muerte de uno de los filósofos más importantes del S. XX, Isaiah Berlin. Si tuviéramos que definir a este filósofo e historiador de las ideas podríamos decir, simplemente, que fue uno de los liberales más emblemáticos de los últimos tiempos, cuya obra logró acompañar, armónicamente, el resurgimiento del pensamiento liberal, de los últimos años, tanto en su aspecto económico como en el político.
Concientes de que su obra es poco conocida en nuestro país nos proponemos hacer una brevísima aproximación, que, en realidad, no pretende ser más que una introducción, tanto a su vida personal como a su dispersa pero vasta obra.
Nacido en 1909 en Riga, Letonia, su vida, desde muy temprano, estaría marcada por eventos de consecuencias mayúsculas, como lo serían la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la Segunda Guerra Mundial. La primera lo obligaría a él y a su familia a mudarse de Riga a Petrogrado, la capital del entonces Imperio Ruso, ya que, en su ciudad natal, el antisemitismo crecía violentamente (recordemos que Berlin nació en el seno de una familia judía ortodoxa) y un ataque alemán, a dicha zona, era más que inminente. Ya en Petrogrado, y a la edad de ocho años, presenciaría de muy de cerca la revolución rusa que culminaría, inevitablemente, con la imposición del régimen totalitario bolchevique. De esta manera se vería obligado, nuevamente, a escapar siendo su destino, esta vez, Inglaterra en donde lograría cultivar y madurar la mayor parte de su larga trayectoria intelectual.
Imposible le resultó olvidar aquella traumática experiencia revolucionaria en Rusia (tal y como la relata en su primer ensayo escrito a los doce años de edad, “El fin justifica los medios”) sin embargo ésta también lograría despertar en él una cierta desconfianza hacia las ideologías que tienden, en general a presentarse como perfectas en la teoría y que, la mayoría de las veces, terminan creando, en la práctica, una realidad que no sólo puede llegar a distar considerablemente del ideal propuesto sino que, a veces, lo pueden llegar, incluso, a contradecir. Testigo de las incoherencias revolucionarias, Berlin se convertiría en un fiero luchador por la libertad y en un defensor del, tal vez, más imperfecto pero mucho más humano, pluralismo cultural, político y moral. Su triple composición identitaria (judía, rusa y británica) no podía exigirle otra cosa que no fuera la lucha por el respeto y la tolerancia hacia las diversas formas de vida humanas, tanto colectivas como individuales, incapaces de imponerse unas a las otras debido a que los fines, igualmente válidos, que cada una de ellas persiguen pueden ser o bien incompatibles o sencillamente contradictorios.
La obra escrita por Berlin en 1953, “El erizo y la zorra”, (y una de sus más famosas, por cierto) refleja aquella pasión suya por la eterna dicotomía entre los monistas (los “erizos”), es decir, entre aquellos que reducen la realidad a un único sistema universal y coherente, y por eso capaz de responder a todas las preguntas sin caer en una contradicción, y los pluralistas (las “zorras”), aquellos que defienden la existencia de múltiples fines humanos a veces no conectados entre sí o incluso, contradictorios: reconociéndose a sí mismo como un verdadero “zorro”.
En Inglaterra trabaría, en el New College de Oxford, como profesor asociado de Filosofía, una de las disciplinas que, a la postre, más le llamaría la atención. Sin embargo, no se desempeñaría ahí únicamente, sino que también descubriría un profundo interés por la historia de las ideas (principalmente luego de haber escrito uno de sus primeros libros, “Karl Marx su vida y entorno”). A partir de ese momento, su atención se enfocaría no en cualquier conjunto de ideas históricas sino a aquellas que tuvieron algún tipo de vinculación con sus principales preocupaciones liberales y pluralistas o que, simplemente, estuvieran ligadas, directa o indirectamente, a los orígenes y a la evolución de los totalitarismos del S. XX.
La búsqueda voluntariosa de Berlin por encontrar las raíces más profundas de los movimientos totalitaristas que golpearon a Occidente durante el S. XX lo llevó a remontarse, sorpresivamente para muchos, a la etapa Iluminista. Berlin se concentró en estudiar dicha etapa tratando de desentrañar de ella tanto sus consecuencias benignas para el pensamiento occidental como aquellas que resultaron ser, a la luz de la historia, rotundamente desacertadas. Para Berlin, la corriente filosófica y cultural de Las Luces, que dominó buena parte del S XVIII, además de haber significado un gran cambio en el pensamiento occidental ya que hablamos de que, entre otras cosas, se sentaron y afianzaron las bases del conocimiento científico, por ejemplo, plantó también, paradójicamente, las semillas de las cuales germinarían los movimientos monistas posteriores, que culminaron en derivaciones catastróficas, como el comunismo. Obras como “Freedom and Its Betrayal: Six Enemies of Human Liberty” (1952),“The Age of Enlightenment” (1956), “Against the Current” (1979), “Three Critics of Enlightenment: Vico, Hamann, Herder” (2000, editado, luego de su muerte, por su amigo Henry Hardy), etc. son un claro reflejo de su postura crítica frente al Iluminismo. Los Iluministas se entusiasmaron tanto con el presunto poder omnipotente de la razón que creyeron que era posible construir una sociedad de basamento racional, algo que, para Berlin, no es más que un feroz ataque a las libertades individuales.
Berlin creyó que el movimiento contrailuminista (y dentro de éste, sobre todo, autores como Heder y Vico) emprendió una lucha mucho más afín a la defensa del pluralismo político y cultural. Sin embargo, la obra de Berlin, no pretende hacer una apoteosis del contrailuminismo, y mucho menos justifica sus derivaciones maliciosas sobre todo en la formación de movimientos totalitarios nacionalistas como el nazismo, sino que más bien emprende un rescate de aquellos elementos claramente protectores de la diversidad política y cultural.
La obra de Berlin apunta, básicamente, a la defensa del pluralismo (la manera más sensata de defender la libertad), y, bajo dicha lupa, nos propone una relectura tanto un del Iluminismo como del movimiento contra iluminista. Atendiendo a la magnitud y a la profundidad de su obra no podemos hacer menos que rendirle homenaje.
La obra de Berlin apunta, básicamente, a la defensa del pluralismo (la manera más sensata de defender la libertad), y, bajo dicha lupa, nos propone una relectura tanto un del Iluminismo como del movimiento contra iluminista. Atendiendo a la magnitud y a la profundidad de su obra no podemos hacer menos que rendirle homenaje.
* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
Depto de Estudios Internacionales.
FACS - ORT Uruguay
Depto de Estudios Internacionales.
FACS - ORT Uruguay
Publicado en la Revista digital LETRAS INTERNACIONALES
Año 2 - Número 43 / Jueves 23 de octubre de 2008
Montevideo - Uruguay
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